RSI… y del cuarto nudo (1ª parte)

Y tras largo tiempo sin pasar por el blog, vuelvo a vuestro encuentro con más «píldoras psicoanalíticas«, que espero sean semanales de nuevo. Y para marcar este retorno con energía, qué mejor que hablar de una de las teorizaciones lacanianas que más uso tienen en la práctica clínica: los 3 registros.

Los registros lacanianos hacen referencias a tres campos de existencia, o de percepción, tres registros de realidad psíquica propuestos por Lacan en el año 1975, en su seminario RSI (aunque comienza a esbozar su teoría unos años antes). Las siglas RSI se corresponden con el nombre de los diferentes registros: lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario. 

A pesar de que (tal como marcan las siglas) suele empezarse por el registro de lo Real, voy a comenzar describiendo el campo de lo Imaginario, puesto que es mucho más sencillo y fácil de comprender.

El registro de lo Imaginario – a pesar de su nombre – es el que se corresponde con lo que conocemos como realidad. El mundo en el que vivimos, por el que nos movemos, ése es el mundo de lo Imaginario. El Imaginario es el terreno de las percepciones, de los sentidos, el baile de máscaras en el que nuestro Yo sale a lucirse, a mostrarse, a jugar. Es un terreno de apariencias, de falsedad, de engaños y artificios. Pero no os equivoquéis, ávidos lectores, porque por suerte, es el terreno en el que nos ha tocado vivir. 

Lo Imaginario es el terreno de las imágenes, de lo escópico y tenemos acceso a él tras alcanzar el estadio del espejo y «regalarnos» una imago, un Yo con el que pasearnos por tan fastuoso baile.  Este registro tiene esa connotación de falsedad precisamente por ser el terreno de lo percibido, de las apariencias: es en este terreno en el que vestimos a nuestro Yo con nuestras mejores o peores galas, dependiendo de nuestra patología. Pero, de nuevo, es el único terreno habitable, el único en el que podemos existir, el único en el que podemos ser. 

En contraposición con lo Imaginario, tenemos el registro de lo Simbólico. Lo Simbólico es el terreno de las abstracciones, los conceptos, los significantes. Este registro se fundamenta en el lenguaje, y se inaugura con la Falta. Almacén de significantes y fantasmas, el Simbólico alberga el primer significante, el del Falo, que queda relegado a dicho terreno por obra y gracia de la metáfora paterna. El significante fálico se aloja entonces en el simbólico, articulando y manejando nuestras vidas con el tonto discurso de ser fálico o castrado. Además de ser el contenedor de significantes y fantasmas, el Simbólico contiene la Ley marcada mediante el Nombre del Padre

En el Simbólico se ubican los «objetos» que ya no podemos percibir, las ausencias, siendo la primera gran ausencia que vivimos la de la madre y lo primero que simbolizamos, y a la que seguirán muchas ausencias más. Este registro nos proporciona un lugar en el colocar aquello que hemos perdido, y es de gran utilidad clínica a la hora de ayudar a un paciente a realizar el duelo por un ser querido. 

En relación a las estructuras, podríamos decir (siendo muy reduccionistas) que el Imaginario es el lugar que dominan las histerias, mientras que el Simbólico es el terreno en el que se sienten más cómodos los obsesivos. Pero ambos son necesarios: el Imaginario por ser el único terreno habitable, y el Simbólico por proporcionarnos la cualidad de humanos, esto es, el lenguaje. 

Queda el tercer registro, y el más complicado de describir y comprender: el registro de lo Real, del que hablaremos en la segunda parte de este post. Hasta entonces (y tranquilos, que llegará en menos de lo que esperáis), mantened en pausa las posibles dudas, que espero quedarán resueltas con el siguiente post. Buenas noches y que disfrutéis del baile, queridos lectores.

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